
Los días se habian hecho difíciles; corriendo entre afanes y 'desafanes', caminando entre encuentros y desencuentros, viviendo entre gritos y silencios, atendiendo deberes.
Buscaba el momento justo para darle tiempo a lo que es mio.
Tomé una escalera, y abrí aquella portezuela (la "puerta al cielo", le llamo yo) que va hacia ese almacen escondido en el entretecho de mi casa. Lo que otros acondicionan como ático. Ahí estan tres de mis tesoros, mis posesiones más queridas: mis libros, mi colección de "quijotes", y mis herramientas.
Es un espacio muy amplio, 65 metros cuadrados, dedicados solo a mis libreros, estantes y cajas de herramienta. Cada cosa en su propia sección.
Un sofá para dos y una mesita acompañan aquellos libreros; los estantes solo se acompañan de un viejo tapete, que tambien tiene su historia, y mis cajas de herramienta reposan frente a una "mesa de trabajo".
La iluminación del lugar es simple, pero no requiero más: una lámpara en la mesita para leer, unos "spot lights" que cubren de una luz tenue mis quijotes, y lámparas de halógeno preparadas para cuando me pierda del mundo entre diseños y herramientas. Un entorno de 'ordenado desorden', que muy pocos han podido conocer. ¿Qué más puedo pedir?
Subí ahí como siempre subo: sin saber qué me atrapará primero; esta vez fueron las herramientas quienes me "llamaron por mi nombre".
Comencé por marcar el teléfono de un amigo, quien me acompaña desde que ambos teniamos 3 años, y ante ello debe ser complice (quizas resignado) de esos momentos en los que me creo arquitecto, escritor, piloto de carreras, o cualquier locura de esas que suelo tener.
Abrimos un "hueco" en una pared entre mi cocina y mi sala. Despues cubrimos con lozeta el piso de mi cocina, así como una franja en las paredes de ella; la cocina integral debió "pasar por nuestras manos y herramientas" para ajustarse al nuevo diseño. Despues pintamos de rojo las secciones que estarian visibles y re-acondicionamos la cubierta tipo marmol de mi cocina (debí contratar manos expertas para ello). Mi amigo, que sí es ingeniero eléctrico, no pudo resistir la tentación de lo que parece ser un muy marcado vicio suyo: instalar 'spot lights', esta vez en el cielo de mi cocina.
El resultado es el de siempre: no quedo satisfecho de lo que hicimos, sino de haberlo hecho por nosotros mismos.
Hoy quise compartirlo con ustedes, que son otro de mis tesoros.

