"He aquí que el silencio fue integrado por el total de la palabra humana, y no hablar es morir entre los seres: se hace lenguaje hasta la cabellera, habla la boca sin mover los labios, los ojos de repente son palabras... Yo tomo la palabra y la recorro como si fuera sólo forma humana, me embelesan sus líneas y navego en cada resonancia del idioma..."
-Pablo Neruda


miércoles, 25 de marzo de 2009

Juana de Arco

Parte de mi muy humilde homenaje a lo que serán las 10 mujeres de más peso en mí, en este mes en el que el mundo les honra, debiendo honrarles siempre.


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Juana de Arco, también conocida en francés como, la Pucelle, fue una heroína francesa que irónicamente pasó de ser muerta como hereje a venerada como santa en una de esas muchas jugarretas del vaticano, que para lavar su culpa le festeja cada 30 de Mayo, como si conmemorar el aniversario de haberle matado le hiciera menos culpable de su sangre.

Soy creyente de la perspectiva de Eduardo Galeano, que alega que la historia, como la conocemos, es contada por hombres, y para hombres. Y que es la historia de hombres, blancos y poderosos. Por ello encontrar en ella a un personaje femenino es digno de doble festejo; la grandeza del valor de Juana de Arco no pudo ser ocultada ni por los historiadores más misóginos, sexistas y machistas.

Ella, con solo 17 años, encabezó el Ejército Real Francés, habiendo antes convencido y obtenido tal autoridad del Rey Carlos VII, a quien le prometió expulsar a los ingleses de Francia.

Fué Juana de Arco la que revitalizó la facción de Carlos VII durante la Guerra de los Cien Años y con ello se construyó la coronación del monarca.

Fué capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses, cuyos clérigos, apoyados por el vaticano, la quemaron viva en Ruán. ¡Maldito recordatorio de los atroces matanzas de nombre inquisición!

El papa Calixto III (Alfonso de Borja) fué quien dispuso que se reabriera el "proceso" de quien ya llevaba 25 años de haber sido asesinada cruelmente. La inocencia de Juana Domrémy fue reconocida el año 1456 en un proceso donde hubo numerosos testimonios y se declaró "herejes" a los jueces que la habían condenado. Finalmente, ya en el siglo XX, en 1909 fue beatificada y posteriormente declarada santa en 1920 por el Papa Benedicto XV, en un intento de lavar su imagen, al estilo de una "mea culpa del Confiteor". Ese mismo año fue declarada como la santa patrona de Francia.

Juana de Arco es un grito eterno de valentía, esperanza y coraje, y el recordatorio de la fuerza física, la entereza de caracter, y la destreza mental de una mujer.

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